Confinamiento, teletrabajo y maternidad covid 19

Teletrabajo y maternidad, desafíos del confinamiento

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Teletrabajo y maternidad, ¿un imposible?

La pandemia está siendo dura para todos, ya que hemos tenido que enfrentarnos a una situación desconocida, donde hemos aprendido a sobrellevar la nueva normalidad a base de golpes, viviendo en la incertidumbre. Y, por si fuera poco, con ella llegó el confinamiento, y si a eso le sumas el teletrabajo, una práctica poco extendida en nuestro país, y tener a los niños en casa…la cosa se pone aún peor.

Ahora que los colegios han vuelto a re abrir y todo parece que poco a poco vuelve a la normalidad, bueno…a «la nueva normalidad», es momento de preguntarse: ¿hasta cuando? ¿Es un nuevo confinamiento una opción posible? La respuesta, si bien incierta, sólo el tiempo podrá responderla. Sea como sea, y sólo por si te consuela, te diremos a ti, madre confinada y teletrabajadora, que no estás sola.

En Más Que Salud hemos querido conocer de cerca la experiencia de vivir un confinamiento teletrabajando y con niños en casa. Con el objetivo de acercarnos a la realidad de todas esas madres y familias que se han sentido «solas y abandonadas». Para ello hemos hablado con algunas madres que nos lo cuentan en primera persona, mientras a su vez hacían de profes y se encargaban de las tareas del hogar.

Confinamiento, teletrabajo y maternidad: paciencia infinita

Pino Alberola

Redactora del Diario Información

El día que entré al salón y me encontré a la perra con las uñas pintadas de azul eléctrico entendí que se me había caído el mito del teletrabajo. Una semana antes mi empresa nos había mandado a todos a casa tras anunciar Pedro Sánchez el estado de alarma y la consiguiente cuarentena para intentar frenar el avance de la pandemia de coronavirus. La última noche de trabajo en la redacción recogí mi agenda, mis libretas y me subí al coche con el gusanillo de probar qué era eso de trabajar desde casa, algo que hasta el momento me parecía cosa de noruegos y de altos cargos de grandes multinacionales. Ya me veía yo, estupenda de la muerte, con una taza de café en la mano mientras escribía mis crónicas cómodamente sentada en el salón de mi casa. Incluso podía trabajar en zapatillas, el no va más.

Ingenua de mí no tuve en cuenta en ese momento un pequeño detalle y es que los colegios también cerraron a cal y canto. Así, sin anestesia. Los niños a casa y ahí os las ventiléis los padres.

Así que desde el primer día “Alicia en el país del teletrabajo” se convirtió en “Aquí no hay quien viva”. 

Desde hace diez años escribo sobre Sanidad en el periódico de más tirada de la provincia de Alicante, por lo que la pandemia, para mí, se ha resumido en horas y más horas del ordenador al teléfono y del teléfono al ordenador. Mi pareja trabaja en una empresa de alimentación, por lo que estuvo al pie del cañón en su fábrica toda la cuarentena. Y ahí me quedaba yo, todas las mañanas desde las ocho atendiendo un trabajo con un horario interminable y a una niña de seis años con unas energías inagotables. 

De un plumazo cambié la enorme redacción del periódico y mi amplia mesa por mi dormitorio, ya que era el único espacio de mi casa de 60 metros cuadrados en el que conseguía algo de silencio mientras mi hija hacía de las suyas en el resto de la casa. Escribía en mi mesilla de noche, a un palmo de mi cama, en un portátil del tamaño de una caja de zapatos y sentada en una silla de madera de comedor de la que me he llegado a aprender cada centímetro de su estructura de tanto que se me ha clavado en el cuerpo. 

Y todo coronado con ese invento del diablo que llaman “enseñanza on line” y que en mi caso se resumía en tratar de mantener a una chiquilla de seis años sentada media hora delante de una pantalla de ordenador para que oyera a su profesora repetir las vocales mientras otros diez  niños, bueno once incluida la mía, hablaban a la vez o comían o se ponían a correr por la casa a la mínima que bajabas la guardia.

Rabia y frustración

Podría escribir un libro con las trastadas que hizo mi hija en aquellos meses. Desde el día en que asomó la cabeza en medio de una rueda de prensa con la consellera de Sanidad cuando a su sufrida mamá le tocaba el turno de preguntas o cuando se comía paquetes enteros de galletas en medio del salón que me han dejado ejércitos de hormigas todo el verano.

Mi pobre perra, esa de las uñas azul eléctrico, puede dar buena fe de lo que es convivir 14 horas diarias con una niña a la que de un plumazo le han quitado sus amigos, sus compañeros y la calle (el cómo los niños han pagado el pato de esta crisis sanitaria merece un artículo aparte). Seguro que en unos años, leyendo esas páginas me reiré. Pero ahora no me sale más que la rabia y la frustración de recordar lo solas que nos hemos sentido las familias en aquellos momentos. De pensar en la poca altura que tiene este país en materia de conciliación y del poco valor que se le ha dado a la educación.

Hemos sido el país que más tiempo ha tenido los colegios cerrados y para colmo, llegado el mes de septiembre, todo fueron prisas para engrasar los protocolos para garantizar una vuelta segura a las aulas, como si no hubiera habido tiempo. Todo con voces de fondo diciendo que a lo mejor había que plantearse no llevar a los niños al colegio este curso.

Sálvese quien pueda

Y parece que, como siempre, no hemos aprendido la lección. Porque, de momento, no ha salido nadie a decirnos claramente qué pasará cuando pongan en cuarentena a nuestros hijos por un positivo en clase. De nuevo será el sálvese quien pueda para las familias, que esta vez no podremos contar con los abuelos, la verdadera tabla de salvación para muchos de nosotros. Yo, por si acaso, ya estoy mirando por internet sillas de oficina en oferta.

Teletrabajo y maternidad: jornadas interminables

Mª José Peral

Directora de Marketing y Comunicación de las clínicas IVF Spain 

“¿Cuántas reuniones tienes hoy, mamá?” Empezó a ser la primera frase de mi hijo tras comprobar que la misma imagen se repetía día tras día: madre en pijama, portátil en marcha y mesa llena de documentos desde las 6 de la mañana.

Previamente, un particular protocolo COVID se había ya activado en nuestra casa: elegir la alarma del móvil que fuese más silenciosa, hacer malabares en el pasillo para que no escuchase mis pasos. En definitiva, intentar ganarle horas a la mañana para esquivar sus puñales de resignación, repartidos a partes iguales entre corazón y estómago.

Culpabilidad, resignación: dos palabras que podrían resumir perfectamente estos 3 meses de teletrabajo, telecolegio y crianza llena de contradicciones.

Asambleas del cole en pijama, exceso de televisión, la pasta con tomate el plato estrella de la semana. Meterle prisa para que escribiese bien los dictados y terminase sus fichas para yo poder seguir con la frenética agenda del día, alargando mis jornadas laborales a maratones de 15 horas.

Observo el comienzo del curso mirando hacia otro lado cada vez que veo cómo se diluyen los grupos burbuja a la salida del colegio. Intentando no pensar en que es muy posible que se repita la misma escena de esta película de terror.

Teletrabajo y maternidad: el término virus no estaba en su vocabulario

Jessica Andreu

Periodista y comunicación on line

Me dedico al marketing y comunicación online y por este motivo, ya había practicado eso de “teletrabajar” en algún momento de mi vida. Aunque es cierto que no lo había llevado a cabo con una niña pequeña de 2 años pegada a ti durante las 24 horas del día.

Ella, al igual que todos, hizo lo que pudo durante el confinamiento, y al igual que nosotros requeríamos de horas de trabajo y espacio para nosotros, ella en su caso estar el máximo tiempo posible haciendo cosas con su papá y con su mamá. Digamos que los términos “teletrabajo”, “confinamiento” y “virus” no estaban en su diccionario.

Conciliar en casa fue altamente complicado, por la dificultad de hacerle entender que no podíamos estar jugando todo el día.

Aun así el tiempo pasó y conseguimos una relativa estabilidad con malabares en las reuniones virtuales, turnos para poder trabajar de forma continua y muchas fórmulas inventadas para intentar crear una rutina que funcionara.Nuestra realidad en el confinamiento fue la misma que la de muchas familias, y es que no es fácil trabajar a pleno rendimiento mientras que educas a una niña.

Aun así, creo que esta experiencia de “teletrabajo forzado” ha abierto muchas puertas y posibilidades laborales que van más  allá de acudir a tu puesto laboral todos los días. Y es que con compromiso en tu trabajo, y teniendo claras tus tareas hay muchos trabajos profesionales que pueden llevarse a cabo desde la distancia y sin tantos protocolos y florituras. 

Todos nos hemos adaptado y de una forma u otra, hemos dado durante el confinamiento lo mejor de nosotros mismos.

Teletrabajo y maternidad, ¿un imposible?

Llegados a este punto nos damos cuenta que aún quedado mucho camino por recorrer, y que la conciliación laboral y familiar es más necesaria que nunca. La pregunta es: ¿nos encontramos antes el desafío más imposible (o no) de esta pandemia? Lo que sí parece evidente es que es en las mujeres donde sigue recayendo la mayor parte de la carga familiar.

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