La medicina defensiva es mala praxis

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El consentimiento informado está presente en alrededor del 80% de las reclamaciones de responsabilidad civil médica. Se calcula que en el 70% de las demandas a médicos por daños o secuelas derivadas de una intervención o tratamiento médico ni siquiera hubo información al paciente más allá de ponerle delante un documento para que lo firme.

No es ése el consentimiento informado que regula la ley. Eso es medicina defensiva, y es un evidente caso de mala praxis médica, lo que supone responsabilidad profesional sanitaria.

El médico no puede ejercer su actividad mirando hacia lo que dirá el juez, ni sintiendo ese aliento en la nuca. Nadie le puede imponer el ejercicio de su ciencia en esas condiciones porque se trata de una profesión liberal regida por variables que hacen imposible la consecución de un resultado siempre y en todo caso – qué más quisieran los médicos que curar a todos – sino que lo exigido es que pongan toda la diligencia, los conocimientos y medios a su alcance para tratar al paciente o usuario. Las profesiones sanitarias suponen una obligación de medios, no de resultados.

El médico que, cuando trata su paciente, lo hace pensando en un posible juicio no ha llegado a comprender la obligación que supone el consentimiento informado. Y es lógico que no lo comprenda porque nadie se lo ha explicado bien.

Medicina defensiva

El desconocimiento genera mucha leyenda urbana, que crece con cada caso de responsabilidad sanitaria del que llegan noticias, así que el médico trata de cubrir su proceder con un bombardeo de pruebas redundantes, tratamientos innecesarios y dilaciones en su actuación. Incurre en medicina defensiva. Por miedo al juez. Porque el profesional sanitario, mayoritariamente, ama su profesión, a la que se suele llegar por vocación. Un medio de vida para el que se ha preparado durante tantos años y para el que sigue en constante reciclaje, por el que hace guardias en festivos y aguanta carros y carretas en consultas sin medios, con saturación de pacientes, con listas de espera, con algunas personas malencaradas y maleducadas. Porque ama su trabajo y no quiere que un togado le prive de eso.

El desconocimiento se cura con conocimiento, y aquí va una pastilla para ese mal. La ley y los tribunales exigen que el paciente, antes de firmar nada, antes de decidir nada, sea informado por quien sabe: su médico responsable.

El médico sabe qué está pasando; qué puede ocurrir si no se trata; qué puede hacerse para tratarlo; qué dificultades va a haber en el proceso; qué problemas van a llegar de forma necesaria y cuáles se producen a veces a consecuencia del tratamiento; si hay o no tratamientos alternativos, con sus respectivas ventajas e inconvenientes; cómo afectarán las consecuencias de ese tratamiento a la vida del paciente; qué cuidados precisará el paciente tras el tratamiento, si es el caso; que el paciente es quien decide, y que puede cambiar de opinión en cualquier momento.

Todo esto es lo que el médico debe trasmitir al paciente de forma que le resulte comprensible y sin caer en tecnicismos. Esa es la información que debe facilitar a fin de que el paciente esté en condiciones de adoptar una decisión con conocimiento. Entonces podrá plantearle firmar un documento que resumirá por escrito esa información y servirá de prueba tanto de la información proporcionada como de la voluntad del paciente al respecto.

Aplicando estas reglas, dejará el médico de sentir un molesto aliento en su nuca cada vez que trata con un paciente.

Francisco Lavale

Abogado experto en Derecho Sanitario

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